Leyendas de juventud.


Carta de amor a Manuela Rivas


A veces pienso descuidadamente en ti,
apenas como una inercia común entre mi cuerpo y
una vaga ilusión del tuyo desnudo:
aspiro a sentir tu piel deslizarse bajo mis dedos
y entonces lloro, y mis lágrimas cayendo sobre tu sexo
rompen las aguas que sostienen tu imagen,
los dedos están manchados con las estrellas de los sueños
y éstas se van cayendo como aquellas que venden para carnaval
y que se pegan en las mejillas.
A veces escucho tu voz salir desde dentro de una habitación
oscura y duermo, sé que soy yo mismo corrupto por la soledad.
Y duermo soñando que me quieras.
Tengo miedo cogido en el vientre, deformándose en figuras
obsesivas que se rompen lejos.
¿Tú recuerdas cómo me llamo?
No, por favor, no me lo digas, olvídalo,
olvida mi nombre olvida la cadencia de mi respiración.
no escribas mi nombre, no me llames por mi nombre,
no recuerdes que tengo ojos para mirarte.
Sueña con haberme conocido y entonces
despiértate vacía, con la sed entre los labios y olvida…
hay una habitación, es temprano, y tienes sueño,
duérmete.

A.Morales